jueves, 29 de diciembre de 2016

China, Latinoamérica y la OMC

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En 2001, China se unió a la OMC con la idea de que en los próximos 15 años se esforzaría por respetar las normas del libre comercio a través de una reducción de las barreras comerciales, la liberación de su divisa y la fijación de los precios de sus exportaciones según la oferta y la demanda. 
A cambio, los estados miembros implícitamente aceptarían reconocer a China como una floreciente economía de mercado, una mejora crucial para el segundo país más rico del mundo. Dicho periodo de prueba terminó el 11 de diciembre.
Ahora Latinoamérica se enfrenta a una especie de aprieto diplomático: China es el mayor socio comercial de muchos países latinoamericanos y uno de los máximos inversores de la región. 
A su vez, es un fuerte competidor cuya monstruosa capacidad de exportación ha derribado a las firmas latinoamericanas ineficientes. El conceder la condición de economía de mercado a China, en muchos aspectos, hará que las economías latinoamericanas sean más vulnerables a tales presiones. 
De no hacerlo se corre el riesgo de perjudicar una relación que impulsó el crecimiento de la región, que el Banco Mundial estima que crecerá a duras penas un insignificante 1.8% el próximo año.
Puesto que el desaire que se hace a una supereconomía es presagio seguro de problemas, lo que sucederá ahora es poco claro. Es un juego dinámico en todo el escenario mundial. 
Pekín presiona con su reclamo de reconocimiento total y la semana pasada se quejó de que Estados Unidos y los países europeos estaban desacreditando su condición al evadir las normas de la organización con sede en Ginebra. 
Los llamamientos al proteccionismo están en aumento en toda Europa y el presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump, aún tiene que revertir su bravuconería de campaña que señalaba a China como un manipulador de divisas, con lo que avivó los temores de una guerra comercial mundial. 
Esto podría causar problemas en un momento de agitación global y tambaleantes compromisos comerciales, especialmente para Centroamérica y Sudamérica. Lo que complica aún más la situación es una capciosa letra chica en el acuerdo de adhesión de 2China”:http://gestion.pe/noticias-de-china-212?href=nota_tag. 
El rompecabezas legalista es, a grandes rasgos, el siguiente: al unirse a la OMC, los estados miembros generalmente se firman un acuerdo de caballeros de no bombardearse entre sí con denuncias antidumping, con el argumento de que las verdaderas economías de mercado se atienen a las normas. 
Sin embargo, el caso de China fue diferente: su economía, en parte de mercado y en parte dirigida, sumada a sus costos de fabricación siempre han sido un misterio. 
La OMC reconoció este hecho al permitir que los países miembros calcularan el precio justo de las exportaciones de China en base a los precios de un tercer país (digamos, India). 
El resquicio legal, inserto en un inciso del acuerdo de adhesión, esencialmente impuso a China la carga de proporcionar pruebas de que comerciaba de manera leal.
Pero ya no. A partir del 11 de diciembre, cada estado miembro debe decidir por sí solo si China se comporta como una economía de mercado. Quienes lo hacen pero a la vez reclaman que China está quebrantando las normas de la OMC ahora deben desentrañar cuáles son los costos de fabricación de China, tarea irritante en una tierra donde el Estado también actúa como máximo ejecutivo de las empresas.
Entonces, ¿qué hará Latinoamérica? Este no es un detalle trivial. Latinoamérica y China se han acercado cada vez más durante las dos últimas décadas, y Pekín ha explicitado sus avances en dos importantes declaraciones políticas, una en el 2008 y una vez más el mes pasado. 
El comercio total entre China y la región se multiplicó por 24 entre el 2000 y el 2013. No obstante, esto ha tenido un costo para Latinoamérica en tanto los bienes de consumo chinos han perjudicado a industrias locales menos competitivas.
Los críticos sostienen que esta situación ha acelerado la desindustrialización en Brasil, México y especialmente Argentina, que ha visto un “sorprendente incremento” en el porcentaje chino de la producción nacional, según un estudio del Consejo del Atlántico. 
Al mismo tiempo, la demanda de China de minerales y granos hizo que Latinoamérica se volviera aún más dependiente de las exportaciones de materias primas, lo que representa un retroceso a los tiempos coloniales. 
“Es difícil competir con el capitalismo de Estado del coloso chino”, dijo Manuel Molano del Instituto Mexicano para la Competitividad y coautor del informe del Consejo del Atlántico. “Cada presidente de la región se ha sentido disminuido ante el poder imperial chino”.
Las manos de Latinoamérica no están completamente atadas. Varios gobiernos regionales (Chile, Costa Rica, Perú) reconocieron tácitamente a China como una economía de mercado al suscribir acuerdos de libre comercio bilaterales durante la década pasada y eso aún no los ha llevado a la sumisión. 
Veamos el caso de Brasil y Argentina, cuyos diplomáticos aceptaron el estatus de mercado de China en 2004: del 2001 al 2013, Brasil presentó 55 acciones antidumping contra China, mientras que Argentina presentó 58. 
Si tales litigios indican que los gobiernos latinoamericanos podrían lamentar el prematuro acto de fe es otra cuestión, señaló Margaret Myers, directora del Diálogo Interamericano que sigue los movimientos de China en la región. “Da la sensación de que muchos países consideran que no han conseguido mucho a cambio del acuerdo”, me dijo Myers.
Otros países, como México, Panamá y Paraguay, cuya suerte se entrelaza de manera más estrecha con la economía de Estados Unidos o compiten directamente con China, han sido más reticentes. 
“Brasil y Argentina estarían en una posición más firme, pero estoy muy preocupado por otros países con instituciones menos sólidas”, señaló Peter Schechter, director del Consejo del Atlántico. 
“No se trata solo de que los sectores locales se debiliten, sino que también lo hacen los empleos locales, y eso podría provocar una desindustrialización”, agregó.
Argentina por sí sola ha presentado reclamos a Ginebra 11 veces este año contra un presunto dumping chino, el último el 7 de diciembre. El hecho motivó una reprimenda de las autoridades de Pekín, quienes –en lo que podría ser un adelanto de las tensiones venideras– advirtieron a los argentinos que debían atenerse a las normas de la OMC para las disputas comerciales.
Obviamente gran parte de los peores problemas de Latinoamérica son autoprovocados. La decrépita infraestructura, las rígidas leyes laborales, la escasa inversión pública y la lamentable educación pública han conspirado para sofocar la productividad y la innovación.
“La culpa también recae en las autoridades que han hecho poco para hacer que sus economías sean más competitivas”, dijo Alberto Ramos, economista de Goldman Sachs. 
Luiz Augusto de Castro Neves, ex embajador brasileño en China, no será quien cuestione este planteo. Los fabricantes latinoamericanos deberían seguir el ejemplo de Asia y “abrirse para integrarse a las cadenas de valor globales”, me dijo Castro Neves, quien preside el Consejo Empresarial Brasil-China. 
“Tanto aquí como en Estados Unidos, gran parte de los reclamos más estrepitosos provienen de las industrias menos competitivas”, agregó.
En definitiva, los problemas económicos de Latinoamérica tienen menos que ver con el dragón que tiene ante sus puertas que con los diablos de su casa.
Fuente: http://gestion.pe/economia/economias-latinoamericanas-enfrentan-gran-decision-china-2178229

domingo, 18 de diciembre de 2016

Trump, China y América Latina

Pekín, 15 dic (EFE).- Las políticas anunciadas por el presidente electo de EU, Donald Trump, pueden favorecer el incremento de la presencia de China en Latinoamérica, especialmente si cumple su compromiso de retirar a su país del TTP, afirmó hoy en una entrevista con Efe el expresidente de Perú Alejandro Toledo.
Trump "le puede dejar una venta más abierta todavía" a China, sobre todo "si es que insiste en debilitar el TTP o la Alianza del Pacífico", dijo Toledo.
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El mandatario electo estadounidense anunció el mes pasado que cuando asuma el poder retirará a su país del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TTP), que busca crear una zona de libre comercio interregional entre Asia y América.
Toledo, que gobernó entre 2001 y 2006 y fue el precursor del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Perú y China, considera que de ese modo Trump puede promover de forma indirecta una mayor penetración del gigante asiático, teniendo en cuenta que en los últimos años ha multiplicado su presencia económica, política y cultural en la región latinoamericana.
El presidente chino, Xi Jinping, realizó poco después de ese anuncio una gira ya prevista por Latinoamérica (Ecuador, Perú y Chile), en la que firmó acuerdos de cooperación y en la Pekín fue percibido como el principal promotor del libre comercio en la región Asia-Pacífico.
En ese sentido, Toledo destacó las crecientes exportaciones de América Latina (incluido Perú) a China de productos alimentarios, el potencial del turismo chino y la importancia de que Pekín invierta en infraestructuras, agroindustria o manufacturas, más allá de su tradicional interés en importar materias primas (como petróleo o minerales).
Para el expresidente, el hecho de que la región pueda aprovechar al máximo las oportunidades que ofrece el gigante asiático "va a depender mucho" de los líderes políticos latinoamericanos.
Los dirigentes deben "estimular la inversión china, europea y del mundo, pero con reglas del juego claras: particularmente en el tema medioambiental y la responsabilidad social" para que las comunidades campesinas "puedan también ser parte de la torta", explicó.
Insistió, especialmente, en la importancia de lograr "educación de calidad" para "empoderar a los jóvenes", los líderes del futuro.
Toledo afirmó que "el populismo no tiene futuro" como ideología en Latinoamérica: tras el auge de las últimas décadas "hemos aprendido a manejar nuestra casa económicamente. Somos el continente que más crece sostenidamente".
La región necesita "más liderazgo y menos política", con dirigentes que tengan "visión y políticas de Estado", insistió.
Pero advirtió de que mientras en América Latina se está dejando a un lado el "llamado socialismo del siglo XXI" ha surgido un populismo con tintes ultraderechistas en Europa.
En ese sentido, el expresidente peruano reconoció que le "preocupan" de Trump algunos aspectos de su manera de pensar y varios de sus nombramientos, al afirmar: "gracias a la migración latina probablemente mucha de la riqueza del señor Trump en el sector construcción se hizo con mano de obra barata".
Sin embargo, se mostró convencido de que una vez Trump "se siente en la silla presidencial se va a dar cuenta que las cosas no son tan fáciles" y confió en que la fortaleza de las instituciones democráticas estadounidenses limitará algunas de sus propuestas.
Toledo, actualmente académico en la Universidad de Stanford (EU), concluyó hoy una visita a Pekín durante la cual mantuvo contactos académicos y presentó la edición china de su libro "La Economía Compartida".
También cerró con las autoridades académicas chinas la próxima apertura de una oficina en Pekín del Centro Global para el Desarrollo y la Democracia, el centro de estudios que fundó y preside.
Fuente: http://elperiodicodemexico.com/nota.php?id=843489

domingo, 11 de diciembre de 2016

China frena inversiones en el exterior

China vuelve a la carga para asegurar su control sobre la economía y, más específicamente, sobre los flujos de capital. Pekín ha decidido poner coto a las inversiones de sus empresas en el extranjero, una de las vías legales que contribuyen a la salida de dinero del país, en un momento en que las compañías chinas están gastando más que nunca en adquisiciones. Se trata de una nueva ronda de restricciones, en principio temporales, con el objetivo de frenar un círculo vicioso que acelera la depreciación de su moneda, el yuan.
Si bien el Gobierno siempre ha estado muy pendiente de las actividades en el extranjero de las empresas del país, estas limitaciones suponen un giro importante en la política de salir al exterior, trazada a inicios del siglo XXI. Desde entonces, Pekín ha animado a sus compañías a desplegarse por todo el mundo en busca primero de recursos naturales y después marcas, tecnología o canales de distribución. Pero esto se acabó, al menos a corto plazo: desde el consejo de Estado chino se ha pedido "una mayor supervisión de los activos en el extranjero", y las autoridades competentes han respondido con un aumento del escrutinio a estas operaciones "para luchar contra las inversiones ilegales".
En la práctica, esto significará pasar de la barra libre a prohibir las transacciones cuyo valor supere los 10.000 millones de dólares (9.500 millones de euros), las compras mayores a 1.000 millones de dólares que no estén relacionadas con el negocio principal de la empresa o adquisiciones por parte de las empresas estatales de bienes inmuebles valorados en más de 1.000 millones de dólares. Estas restricciones permanecerían en vigor hasta septiembre del año que viene, coincidiendo con la celebración en otoño de un importante encuentro del Partido Comunista chino en el que se relevará parte de la cúpula dirigente.
Estas cifras, no confirmadas aún por las autoridades pero filtradas por varios medios, pondrían en cuestión la compra del gigante de las semillas Syngenta por parte de ChemChina (la mayor operación de la historia del país) o la adquisición, por ejemplo, del club de fútbol italiano Inter de Milán por Suning. Este periódico trató de contactar, sin éxito, con el Banco Popular de China y el Ministerio de Comercio. La Administración Estatal de Divisas, encargada de las normas que rigen las actividades del mercado de divisas, rechazó confirmar este giro en la política cambiaria y se refirió solamente a un comunicado en el que se compromete a " promover un desarrollo sano y ordenado de las inversiones en el extranjero".
"Con estos controles al capital, el número de operaciones empieza a frenarse. Algunos de nuestros clientes dicen que se están encontrando con dificultades para obtener el visto bueno para sacar el dinero del país", asegura Shirley Chen, directora ejecutiva del departamento de capital riesgo de la Corporación Internacional de Capital de China (CICC). "No es una prohibición total, solamente para inversiones especulativas. Si eres una empresa que de forma legítima quieres comprar activos estratégicos que se ajustan a tu negocio, todavía puedes obtener el permiso", apunta, aunque reconoce que el proceso para conseguirlo puede alargarse de forma significativa a partir de ahora.
Las restricciones llegan casi al cierre de un año de cifras récord en este ámbito. Hasta finales de noviembre, las empresas chinas han acordado compras y adquisiciones por valor de unos 220.100 millones de euros, más del doble de lo que gastaron en 2015, según datos de Bloomberg. Este acelerón, magnificado sobre todo por la megacompra de Syngenta (pendiente de aprobación por parte de las autoridades europeas), sitúa al gigante asiático casi al mismo nivel que Estados Unidos, primer inversor mundial.
Aunque para las empresas chinas invertir fuera es legal, las autoridades especulan con que algunas compañías podrían estar utilizando este canal con el único fin de sacar dinero del país y burlar los controles de capitales que Pekín tiene instalados para evitar que su economía se desestabilice. Con una economía en desaceleración y pocas opciones atractivas donde invertir, muchos individuos y empresas buscan sacar su dinero. Según cálculos de Natixis, la fuga de capitales este año, tanto por métodos legales como ilegales, asciende a unos 870.000 millones de euros.
Este éxodo de yuanes impulsa la depreciación de la moneda china, que se encuentra en mínimos de ocho años frente al dólar. Las perspectivas tampoco son esperanzadoras: el billete verde sigue fortaleciéndose ante una inminente subida de los tipos en Estados Unidos. Para revertir la tendencia, China ha vendido un buen pellizco de sus ingentes reservas de divisas con el objetivo de dilatar la caída de su moneda. Pero ante la evidencia de que la estrategia no es suficiente para sostener el yuan y la imposibilidad de seguir gastando los ahorros de forma indefinida -sólo en noviembre se evaporaron 64.000 millones de euros de la hucha estatal-, se ha optado por una posición más dura. "Hay demasiado dinero saliendo de China y (las autoridades) se arriesgan a un ritmo aún mayor si no hay controles adicionales", asegura Christopher Balding, profesor de Economía de la Universidad de Pekín.
Y estos controles no se limitan solamente a la inversión de las empresas en el extranjero, también a cualquier otra vía a través de la cual se pueda canalizar dinero hacia el exterior: se ha restringido la compra de seguros fuera de China, las importaciones de oro, los préstamos denominados en yuanes en el exterior, se ha ordenado a los bancos que dejen de emitir tarjetas bancarias que permiten operar en dos divisas y hasta las simples transferencias al extranjero en forma de pago de préstamos o dividendos están bajo la lupa. Un particular juego del gato y el ratón entre el Gobierno, por un lado, y sus ciudadanos y empresas, por otro. "Por muchos controles que haya, los chinos siempre encontrarán nuevas maneras de sacar el dinero", dice Balding.
Fuente: http://economia.elpais.com/economia/2016/12/05/actualidad/1480944587_051984.html