Se estima que en el 2017, la economía china tendrá más robots industriales que cualquier otro país. Las grandes empresas manufactureras chinas están rápidamente reemplazando a sus trabajadores por robots. Por ejemplo, Foxconn –una empresa que provee a Apple y a otros fabricantes de productos electrónicos para el consumidor– planea reemplazar a 70 por ciento de su fuerza de trabajo por robots antes de tres años. De hecho, en Chengdu ya tiene una planta totalmente robotizada. La velocidad de este fenómeno en China es extraordinaria. Entre 1995 y el año 2002, dieciséis millones de empleos manufactureros, alrededor de un 15 por ciento de la planta total, fue reemplazada por robots. Y China no es sino un ejemplo de lo que ya está sucediendo globalmente.
El Gobierno chino reconoce este hecho así como las enormes consecuencias que el mismo está teniendo en la estructura social y política y, sin embargo, se encuentra sin saber bien qué hacer al respecto. Durante toda la historia de la humanidad, unos 10 mil años, el trabajo humano ha sido el motor de todas las demás actividades realizadas. Nada humano se puede explicar, aparte de una realidad en la que miles de millones de hombres y mujeres se pasaron la mayor parte de su existencia trabajando.
Las consecuencias económicas de la creciente robotización en China ya se pueden comenzar a observar. El rápido crecimiento de la economía china ha estado sustentado no solo en la producción de bienes para exportar, sino también en la inversión de capital fijo en infraestructura, fábricas y conjuntos habitacionales, que han constituido, según algunas estimaciones, el 50 por ciento de su producto interno bruto (PIB), mientras que el gasto de consumo interno solo representa un tercio del total. Una cifra menor a la mitad de lo que sucede en los Estados Unidos.
Esta situación es ya insostenible. Toda esa inversión fija debería producir rentas que no se están produciendo debido al bajo consumo interno de la población. Se observan por todas partes fábricas vacías, habitaciones desiertas, carreteras sin tránsito, aeropuertos sin actividad alguna. China ha caído en una trampa difícil de escapar. La sociedad china tendrá que aumentar su gasto de consumo. Sin embargo, esto parece casi imposible. Por una parte, el ingreso de las familias no es suficiente y por otra, su propensión al ahorro es demasiado alta, casi el 40 por ciento del ingreso se ahorra dada la sustancial disminución de la red social de protección que existía previamente.
Si bien China es un caso extremo, su situación es paradigmática de la de muchos otros países desarrollados o en vías de desarrollo. La automatización y robotización de la producción genera desempleo temporal o permanente. Parecería que una solución es incrementar la educación y capacitación para trasladar a los trabajadores desempleados a ocupaciones fabriles o servicios que requieran nuevas y más complejas habilidades. Sin embargo, en China hoy en día, 50 por ciento de los graduados universitarios no encuentran empleo durante el primer año y aún durante el segundo, 20 por ciento de ellos sigue sin encontrar empleo. En encuestas recientes se encontró que 43 por ciento de los trabajadores chinos considera que están sobre educados para el empleo que actualmente ocupan.
Así, el reto para China y para muchas otras economías que han apostado al modelo exportador en un mundo globalizado, será lograr aumentar la capacidad de consumo interno de sus poblaciones a pesar del enorme desafío constituido por el creciente desempleo provocado por la automatización y la robotización tecnológica. La economía del siglo XXI no se parecerá para nada a las economías agrícola o industrial. Habrá que repensar todo y construir nuevos paradigmas económicos.
Fuente: http://www.elperiodico.com.gt/es/20150613/opinion/13689/El-desempleo--está-alcanzando-al-mundo.htm
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